lunes, 3 de octubre de 2011

Fecha de vencimiento

En una de las escenas finales de "El vengador del futuro" (otra espantosa traducción de un título de película, "Total Recall" en este caso), Douglas Quaid, alias Hauser (encarnado por Arnold Schwarzenegger) pone su mano en un dispositivo fabricado mucho tiempo antes, para encender un reactor que supuestamente permitiría crear una atmósfera de oxígeno en Marte. La pregunta que siempre me hago cuando veo (o recuerdo) esa escena es cómo saber que el aparato va a funcionar. ¿Es una cuestión de fe creer que algo que se creó mucho tiempo atrás y quedó abandonado puede todavía reaccionar del modo esperado? ¿No estará oxidado? ¿No se habrán atrancado los engranajes?

Esto se aplica a mí misma, en situaciones cotidianas, de las más simples a las más complejas. Desde utilizar una función en mi computadora, o teléfono, que jamás usé hasta ese momento, pasando por el encendido de los regadores todas las primaveras, hasta la posibilidad de escribir una buena historia, cuando desde hace años que no escribo ninguna. Demasiados años.

Pero, como Quaid, soy optimista. Me resisto a creer que mis mecanismos de escritura se hayan inutilizado con el tiempo. La comparación con el añejamiento del vino es un cliché que ya me tiene harta, con lo cual me remitiré a decir, lisa y llanamente, que la creatividad no debería tener fecha de vencimiento, sin importar cuántas décadas hayan pasado desde su último uso. Como Quaid, pongo la mano en el dispositivo, y me entrego.