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miércoles, 1 de mayo de 2013
Geografías reales

sábado, 30 de marzo de 2013
La reina de los gatos
El otro día conocí a la legendaria solterona excéntrica de los mil gatos. Esta era, sin lugar a dudas, la reina del arquetipo. La única diferencia era que esta señora estaba casada y había tenido hijos, pero fuera de ese detalle menor, era la caricatura hecha persona. Si hasta su cara lo decía a gritos, "¡gatos, gatos, gatos!", con sus anteojos en forma de ve corta, y su pelo oscuro y enrulado. Entramos a su casa, por motivos que no me interesa describir en este momento, y ahí estaban las seis criaturas, con sus cuatro patas y su cola obscena.
Matilda los vio, apenas cruzamos la puerta, y no pudo evitar exclamar "¡Seis gatos!" después de contarlos dos veces, para estar segura. La reina se deshizo en elogios felinos, describiendo lo que dio en llamar las "diferentes personalidades" de sus mininos, mientras los susodichos se daban por aludidos, o no, entre el sillón, la alfombra y el taburete del piano.
"Pero, ¿seis?" insistió Matilda. "Bueno, tenemos ocho más, pero están en otra parte de la casa", le contestó la reina gatuna. Tras lo cual se rió y le dijo que no, que era una broma, que sólo eran los seis que veíamos ahí en el living. Matilda pudo cerrar la mandíbula entonces, aunque sin saber muy bien por qué ya no tenía que mostrarse sorprendida.
Pero yo vi ese gesto fugaz, esa mirada casi imperceptible, que la reina intercambió
con su marido. Me parece que se llama "expresión de deseo".
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Credit: Neatorama.com |
"Pero, ¿seis?" insistió Matilda. "Bueno, tenemos ocho más, pero están en otra parte de la casa", le contestó la reina gatuna. Tras lo cual se rió y le dijo que no, que era una broma, que sólo eran los seis que veíamos ahí en el living. Matilda pudo cerrar la mandíbula entonces, aunque sin saber muy bien por qué ya no tenía que mostrarse sorprendida.
Pero yo vi ese gesto fugaz, esa mirada casi imperceptible, que la reina intercambió
con su marido. Me parece que se llama "expresión de deseo".
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jueves, 14 de marzo de 2013
Francisco I
el mundo (o eso que creemos que es el mundo) se detuvo ayer
esperando la noticia
y luego
¡el nuevo Papa es argentino! ¡el nuevo Papa es argentino!
gritaban cerca de mi casa
no tardaron en convertirlo
cual juego de soldaditos
en comodín para argumentos opuestos
y peleas perdidas sin siquiera haber comenzado
"para vos perra la tenés adentro"
"es una vergüenza genocida es el día más triste"
se gritan
sin darse cuenta de que son
gritos de sordos
y mientras unos ven a un santo salvador
y otros a un diablo cobarde
yo veo que hay gente que sigue y seguirá
muriéndose de hambre
sin que nada cambie
esperando la noticia
y luego
¡el nuevo Papa es argentino! ¡el nuevo Papa es argentino!
gritaban cerca de mi casa
no tardaron en convertirlo
cual juego de soldaditos
en comodín para argumentos opuestos
y peleas perdidas sin siquiera haber comenzado
"para vos perra la tenés adentro"
"es una vergüenza genocida es el día más triste"
se gritan
sin darse cuenta de que son
gritos de sordos
y mientras unos ven a un santo salvador
y otros a un diablo cobarde
yo veo que hay gente que sigue y seguirá
muriéndose de hambre
sin que nada cambie
sábado, 4 de agosto de 2012
Anti-versarios
Podríamos decir que se me pasó. Pero no. Si bien escribo esto cuatro días después, la fecha está clavada en mi memoria: 31 de julio. Ese día, hace diez años (qué manía que tenemos con los números redondos, carajo) abandonaba Ezeiza con pasaje de ida a Chicago, para volver a Buenos Aires solamente de visita. Desde hace diez años, el 31 de julio ¿celebro? (conmemoro, más bien) la partida.
No podría decir que es para siempre, pero es altamente improbable que regrese a vivir a Buenos Aires. Tras dos años transitorios en Iowa City, caí cual paracaidista (casi literalmente, tras una tormenta espantosa que por poco voltea el avión) en Boise, Idaho.
Si bien la mudanza de Iowa a Idaho comprometió menos desgaste emocional que el viaje anterior de Buenos Aires a Iowa City (no hubo familia ni amigos de quienes despedirse), fue sin embargo mucho más dura, porque fue comenzar a vislumbrar la cuasi certeza de que ya no volvería a vivir en Buenos Aires nunca más.
Tras un año de profunda depresión, en el que prácticamente me alimenté a base de Coca Cola dietética y lechuga con vinagre de frambuesas, logré encontrar mi norte (y el hambre), gracias a una serie de casualidades que no voy a repetir (y que pueden encontrar en esta publicación), y que me fueron llevando hacia el buen lugar en el que estoy en este momento.
Y este momento es otro momento de cambios, en el que decidí retomar mis estudios universitarios para recibirme, de una buena vez, de Licenciada en Letras (o de B.A. in Spanish, en su versión en inglés).
Si alguien me hubiera dicho, ese 31 de julio de 2002, que diez años más tarde me encontraría feliz, con mis dos hijas, ganándome la vida con mi sempiterna pasión por los idiomas, y en una casita amarilla con un jardín, me le habría reído en la cara. El 31 de julio de 2012, me río porque la realidad, cual noticia amarilla, supera a la ficción.
No podría decir que es para siempre, pero es altamente improbable que regrese a vivir a Buenos Aires. Tras dos años transitorios en Iowa City, caí cual paracaidista (casi literalmente, tras una tormenta espantosa que por poco voltea el avión) en Boise, Idaho.
Si bien la mudanza de Iowa a Idaho comprometió menos desgaste emocional que el viaje anterior de Buenos Aires a Iowa City (no hubo familia ni amigos de quienes despedirse), fue sin embargo mucho más dura, porque fue comenzar a vislumbrar la cuasi certeza de que ya no volvería a vivir en Buenos Aires nunca más.

Y este momento es otro momento de cambios, en el que decidí retomar mis estudios universitarios para recibirme, de una buena vez, de Licenciada en Letras (o de B.A. in Spanish, en su versión en inglés).
Si alguien me hubiera dicho, ese 31 de julio de 2002, que diez años más tarde me encontraría feliz, con mis dos hijas, ganándome la vida con mi sempiterna pasión por los idiomas, y en una casita amarilla con un jardín, me le habría reído en la cara. El 31 de julio de 2012, me río porque la realidad, cual noticia amarilla, supera a la ficción.
sábado, 26 de noviembre de 2011
Sábado multicolor
El "Viernes Negro", que consiste en defenderse de hordas de consumidores salvajes, a horas infaustas de la madrugada y de la mañana del viernes posterior al Día de Acción de Gracias, para intentar obtener un descuento en artículos de consumo, nunca me ha contado entre sus adeptos en ninguno de los diez años en los que me ha tocado estar por estos lares para dicha ocasión. Para más detalles acerca del descontrol absoluto de las masas en estos eventos crueles, basta hacer una simple búsqueda en Google o Youtube: busquen "Black Friday" o "Black Friday madness" y van a tener noticias e imágenes para entretenerse un rato.
Siempre digo que valen más mis horas de sueño que cualquier descuento, por máximo que sea, en cualquier artículo. Y la verdad sea dicha: quienes tenemos una vida medianamente decente, no necesitamos nada, sólo deseamos cosas, bombardeados por los incesantes estímulos para consumir. El dormir, por otra parte, no tiene precio. ¿Y morir en el intento de comprar sábanas de percal egipcio de 400 hilos con un 75% de descuento? Casi tan vergonzoso como morir comiendo sushi.
El caso es que lo que sí necesitaba yo era comprar jabón (sí, jabón, ese para lavarse las manos y demás partes del cuerpo), porque se me estaba acabando. Me di cuenta ayer (y todavía me quedaba un poquito de jabón líquido, aclaremos, en la ducha y en los lavabos de los baños; tampoco es que me estuviera duchando con agua sola), pero decidí dejar la compra para hoy, sábado, a fin de evitar morir, perder algún miembro, u otras consecuencias desgraciadas, en el intento de estar limpia.
Esta mañana, mientras me dirigía al supermercado, atravesando calles mayormente despobladas, noté en el cielo un arco iris entre las nubes. Lo insólito es que no había estado lloviendo. En realidad, cuando me fijé mejor, me di cuenta de que era una nube-arco-iris; el arco iris ERA una nube. ¿Habrá alguien más que esté viendo esto?, me pregunté. ¿O seré sólo yo? Pero no había nadie a mi alrededor para constatar la visión, sólo unos pocos autos vacíos en el gigantesco estacionamiento desierto. Y valga aquí un deslinde de responsabilidades: juro que no había consumido ninguna sustancia que alterara mi estado (iba a agregar "normal" después de "estado", pero qué es la normalidad, a estas alturas, realmente no lo sé, y no estoy dispuesta a iniciar dicho debate).
¿Qué hacer con esto? ¿Con esta visión de la nube-arco-iris? Hay ciertas cosas que no pueden fotografiarse. Me decidí simplemente a disfrutarla mientras durara, y a intentar recordarla mientras pueda.
Siempre digo que valen más mis horas de sueño que cualquier descuento, por máximo que sea, en cualquier artículo. Y la verdad sea dicha: quienes tenemos una vida medianamente decente, no necesitamos nada, sólo deseamos cosas, bombardeados por los incesantes estímulos para consumir. El dormir, por otra parte, no tiene precio. ¿Y morir en el intento de comprar sábanas de percal egipcio de 400 hilos con un 75% de descuento? Casi tan vergonzoso como morir comiendo sushi.
El caso es que lo que sí necesitaba yo era comprar jabón (sí, jabón, ese para lavarse las manos y demás partes del cuerpo), porque se me estaba acabando. Me di cuenta ayer (y todavía me quedaba un poquito de jabón líquido, aclaremos, en la ducha y en los lavabos de los baños; tampoco es que me estuviera duchando con agua sola), pero decidí dejar la compra para hoy, sábado, a fin de evitar morir, perder algún miembro, u otras consecuencias desgraciadas, en el intento de estar limpia.
Esta mañana, mientras me dirigía al supermercado, atravesando calles mayormente despobladas, noté en el cielo un arco iris entre las nubes. Lo insólito es que no había estado lloviendo. En realidad, cuando me fijé mejor, me di cuenta de que era una nube-arco-iris; el arco iris ERA una nube. ¿Habrá alguien más que esté viendo esto?, me pregunté. ¿O seré sólo yo? Pero no había nadie a mi alrededor para constatar la visión, sólo unos pocos autos vacíos en el gigantesco estacionamiento desierto. Y valga aquí un deslinde de responsabilidades: juro que no había consumido ninguna sustancia que alterara mi estado (iba a agregar "normal" después de "estado", pero qué es la normalidad, a estas alturas, realmente no lo sé, y no estoy dispuesta a iniciar dicho debate).
¿Qué hacer con esto? ¿Con esta visión de la nube-arco-iris? Hay ciertas cosas que no pueden fotografiarse. Me decidí simplemente a disfrutarla mientras durara, y a intentar recordarla mientras pueda.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Yo quiero a mi bandera
Cuando me levanto a la mañana, soy un animal de costumbre. Me gusta tomarme primero mi café con espumita, después comerme mis claras revueltas, y finalmente mi fruta. La parte de la fruta es la que suelo variar en mi desayuno, no porque me lo proponga, sino porque elijo lo que parece más lindo en el supermercado. Hoy me toca hacerme una ensalada de banana y frutillas.
Voy a elegir un bowl para la fruta, y lo que encuentro más a mano, en el escurridor de la pileta, es el plato hondo en el que Matilda suele comer sus cereales. En un impulso inicial, me resisto a usarlo, pero no porque sea de Matilda (me extrañaría mucho que le moleste que use su plato), sino por lo que simboliza; tiene los colores de la bandera de los Estados Unidos. Y no sólo los colores: tiene rayas y estrellas con los colores de la bandera. Como para que quede bien claro.
¿De dónde salió ese plato y cómo llegó a esta casa? Para la época del 4 de julio, de modo similar que para la época de todos los feriados, eventos, acontecimientos y fechas comerciales varias, los supermercados y negocios exhiben en lugares clave toda la mercadería "de estación" que acompaña al evento en cuestión. Es interesante aclarar, también, que empiezan a hacerlo ni bien se termina el evento o feriado anterior y muchas veces con semanas y hasta meses de anticipación (ergo, ya desde el 1º de noviembre, día siguiente a Halloween, estamos infestados de arbolitos de navidad, adornos, papanoeles, renos y trineos. En muchos lugares, ya en octubre convivían los productos de Halloween, de la cosecha/Día de Acción de Gracias, y de navidad). Cuestión que cierto día anterior al 4 de julio (seguramente a mediados de mayo, después del aluvión del día de la madre), Matilda y yo paseábamos por el supermercado, y nos topamos con una exhibición de vajilla en colores rojo, blanco y azul, y mi pequeña ciudadana estadounidense me preguntó si podía comprarle el plato para sus cereales.
También recuerdo haber dudado/resistido/padecido un ligero escalofrío en ese momento (todo ocurrió a la vez, sería imposible hacer una cronología de esas tres sensaciones), pero Matilda insistió, y yo estaba en un día con el sí fácil, con lo cual el plato vino a casa, y así se explica la cosa.
Si tuviera que definir de dónde me sale esta resistencia a los colores yanquis, debería relacionarla con la misma sensación que sentía hasta hace poco tiempo con respecto al celeste y blanco, los colores de la bandera argentina. Seguramente (y como en el caso de la polenta, historia que queda pendiente para una publicación futura), todo se remonta a mi infancia. Ese odio supremo a que nos obligaran a usar la escarapela, a reverenciar a la bandera como si fuera un dios de tela intocable, ese morbo de mausoleo de cementerio que se adivinaba en la cara de algunos maestros y directores, cuando por medio de nuestros "símbolos patrios" generaban, de modo inexorable, nuestras conexiones neuronales entre bandera y patrioterismo, bandera y violencia, bandera y enfrentamiento, bandera y guerra, bandera y muerte. Todavía tengo grabadas en mi memoria las imágenes de viñetas con batallones de soldados esgrimiendo estandartes albicelestes, banderas cubriendo negros y brillosos ataúdes y fríos mármoles. Todos a cantar el himno, todos a entonar "Aurora", todos a ponerse la mano en el pecho y jurar, jurar, jurar que amamos a nuestra bandera, aunque no sepamos muy bien por qué prometemos morir por ella.
La paradoja que me hizo volver a abrazar los colores de mi bandera fue mi exilio (no forzoso, aunque sí involuntario) en 2002. Si irse "es morir un poco", sólo bastó que me encontrara viviendo a miles de kilómetros del país en el que nací y viví los primeros 33 años y medio de mi vida, para que la sola mención a mi bandera provocara una sensación de emoción profunda. En mi casa pueden encontrarse (aunque no en estado de exhibición permanente, tampoco se me pongan pelotudos) banderas, banderines, escarapelas, prendedores y demás símbolos con los colores celeste y blanco. Mis hijas los conocen y los reconocen como propios (hasta la misma Matilda, que sabe que no nació en Argentina y que todavía no tiene la ciudadanía conjunta).
Hoy, decidí no regalarles la bandera estadounidense a los patrioteros de siempre; hoy elijo hacer míos sus colores, del mismo modo que hice míos, algún día de 2002, los colores argentinos. Y no me resulta una decisión fácil: este país que adopto y que me adoptó a mí es un país con demasiadas contradicciones, demasiadas cosas que no me gustan, demasiadas decisiones políticas erróneas, demasiados locos sueltos. Pero, ¿no es acaso similar a la Argentina en ese sentido? Contradicciones, cosas que no me gustan, decisiones políticas erróneas, locos sueltos... ¿no estaré hablando del mismo lugar? ¡Claro! Es que estoy hablando del mismo mundo en el que nos tocó vivir a todos.
La banana y las frutillas quedan bien en el plato hondo rojo, blanco y azul. Hasta pareciera que podría agregar unos frutos azules del bosque... Hmm, no, no, no. Tampoco la pavada.
Voy a elegir un bowl para la fruta, y lo que encuentro más a mano, en el escurridor de la pileta, es el plato hondo en el que Matilda suele comer sus cereales. En un impulso inicial, me resisto a usarlo, pero no porque sea de Matilda (me extrañaría mucho que le moleste que use su plato), sino por lo que simboliza; tiene los colores de la bandera de los Estados Unidos. Y no sólo los colores: tiene rayas y estrellas con los colores de la bandera. Como para que quede bien claro.
¿De dónde salió ese plato y cómo llegó a esta casa? Para la época del 4 de julio, de modo similar que para la época de todos los feriados, eventos, acontecimientos y fechas comerciales varias, los supermercados y negocios exhiben en lugares clave toda la mercadería "de estación" que acompaña al evento en cuestión. Es interesante aclarar, también, que empiezan a hacerlo ni bien se termina el evento o feriado anterior y muchas veces con semanas y hasta meses de anticipación (ergo, ya desde el 1º de noviembre, día siguiente a Halloween, estamos infestados de arbolitos de navidad, adornos, papanoeles, renos y trineos. En muchos lugares, ya en octubre convivían los productos de Halloween, de la cosecha/Día de Acción de Gracias, y de navidad). Cuestión que cierto día anterior al 4 de julio (seguramente a mediados de mayo, después del aluvión del día de la madre), Matilda y yo paseábamos por el supermercado, y nos topamos con una exhibición de vajilla en colores rojo, blanco y azul, y mi pequeña ciudadana estadounidense me preguntó si podía comprarle el plato para sus cereales.
También recuerdo haber dudado/resistido/padecido un ligero escalofrío en ese momento (todo ocurrió a la vez, sería imposible hacer una cronología de esas tres sensaciones), pero Matilda insistió, y yo estaba en un día con el sí fácil, con lo cual el plato vino a casa, y así se explica la cosa.
Si tuviera que definir de dónde me sale esta resistencia a los colores yanquis, debería relacionarla con la misma sensación que sentía hasta hace poco tiempo con respecto al celeste y blanco, los colores de la bandera argentina. Seguramente (y como en el caso de la polenta, historia que queda pendiente para una publicación futura), todo se remonta a mi infancia. Ese odio supremo a que nos obligaran a usar la escarapela, a reverenciar a la bandera como si fuera un dios de tela intocable, ese morbo de mausoleo de cementerio que se adivinaba en la cara de algunos maestros y directores, cuando por medio de nuestros "símbolos patrios" generaban, de modo inexorable, nuestras conexiones neuronales entre bandera y patrioterismo, bandera y violencia, bandera y enfrentamiento, bandera y guerra, bandera y muerte. Todavía tengo grabadas en mi memoria las imágenes de viñetas con batallones de soldados esgrimiendo estandartes albicelestes, banderas cubriendo negros y brillosos ataúdes y fríos mármoles. Todos a cantar el himno, todos a entonar "Aurora", todos a ponerse la mano en el pecho y jurar, jurar, jurar que amamos a nuestra bandera, aunque no sepamos muy bien por qué prometemos morir por ella.
La paradoja que me hizo volver a abrazar los colores de mi bandera fue mi exilio (no forzoso, aunque sí involuntario) en 2002. Si irse "es morir un poco", sólo bastó que me encontrara viviendo a miles de kilómetros del país en el que nací y viví los primeros 33 años y medio de mi vida, para que la sola mención a mi bandera provocara una sensación de emoción profunda. En mi casa pueden encontrarse (aunque no en estado de exhibición permanente, tampoco se me pongan pelotudos) banderas, banderines, escarapelas, prendedores y demás símbolos con los colores celeste y blanco. Mis hijas los conocen y los reconocen como propios (hasta la misma Matilda, que sabe que no nació en Argentina y que todavía no tiene la ciudadanía conjunta).
Hoy, decidí no regalarles la bandera estadounidense a los patrioteros de siempre; hoy elijo hacer míos sus colores, del mismo modo que hice míos, algún día de 2002, los colores argentinos. Y no me resulta una decisión fácil: este país que adopto y que me adoptó a mí es un país con demasiadas contradicciones, demasiadas cosas que no me gustan, demasiadas decisiones políticas erróneas, demasiados locos sueltos. Pero, ¿no es acaso similar a la Argentina en ese sentido? Contradicciones, cosas que no me gustan, decisiones políticas erróneas, locos sueltos... ¿no estaré hablando del mismo lugar? ¡Claro! Es que estoy hablando del mismo mundo en el que nos tocó vivir a todos.
La banana y las frutillas quedan bien en el plato hondo rojo, blanco y azul. Hasta pareciera que podría agregar unos frutos azules del bosque... Hmm, no, no, no. Tampoco la pavada.
martes, 18 de octubre de 2011
Mi calcomanía de Barack Obama
Recién pegué en el paragolpes trasero de mi coche una calcomanía que dice "Barack Obama 2012". Estoy lista para que me bombardeen con preguntas acerca de por qué apoyo su reelección. Mi respuesta es muy clara y simple: prefiero que Obama, con todos sus defectos, sea reelecto, a tener cualquier presidente republicano (y los precandidatos me dan miedo).
Por más mal que esté todo, es claro que con un loco de presidente (cómo olvidar a Dubya) sería todavía peor.
Apoyo la reelección de Barack Obama. Que se sepa.
Por más mal que esté todo, es claro que con un loco de presidente (cómo olvidar a Dubya) sería todavía peor.
Apoyo la reelección de Barack Obama. Que se sepa.
sábado, 8 de octubre de 2011
La Paz y La Guerra
cuando abrimos la puerta, nos en-
sor-
de-
cemos
con el ruido de los aviones
que pasan rasantes
uno, dos, tres aviones
los ejercicios militares
nos sorprenden y el ruido
del primer avión es como una
escupida en la cara
patada en el estómago
una explosión de mal gusto
amplificada involuntariamente por la humedad
furiosa, desafiante
de la primera tormenta del
otoño
tardío
también, tardíamente, nos preguntamos
cuánto faltará
para dejar de vivir en un país, en un mundo
en guerra permanente
consigo mismo
miércoles, 11 de junio de 2008
De wéder is creisi
Llueve, hace frío... No dan ni ganas de escribir, mire.
En realidad, están dadas las mejores condiciones para escribir (sí, soy así de ciclotímica), pero tengo que laburarrrrff.
En realidad, están dadas las mejores condiciones para escribir (sí, soy así de ciclotímica), pero tengo que laburarrrrff.
martes, 10 de junio de 2008
Estamos a 10 de junio...
... y el termómetro dice 48 F / 9 C. ¿A qué ente se le reclama esta barbaridad?
jueves, 7 de junio de 2007
Todas las pavas
Acá, en Estados Unidos de Estemos-Bien-Seguros-landia, todas las pavas chiflan. Me imagino que los fabricantes deben verse forzados a ponerle el pito a la pava (con perdón), para evitar incendios por recalentamiento-de-pava-por-agua-evaporada-porque-el-usuario/a-la-olvidó-en-la-hornalla. Hasta me imagino una cláusula para los fabricantes de pavas, obligándolos a poner el coso ahí.
Lo cierto es que es IMPOSIBLE encontrar una pava pedorra, de aluminio, para el mate, que no venga sin el adminículo silbatero en cuestión. LO PEOR es que a la pava soronga que tenemos en casa se la llena por el pico.
A dónde hemos ido a parar, señores. Tenemos que exportar pavas de Argentina, tenemos...
PD: ¿y si el usuario/a es sordo/a? ¿Venderán pavas con intérprete?
PD2: la próxima visita de Argentina viene con pava de aluminio del bazar "La Luna" en la valija, o la mandamos de vuelta.
Lo cierto es que es IMPOSIBLE encontrar una pava pedorra, de aluminio, para el mate, que no venga sin el adminículo silbatero en cuestión. LO PEOR es que a la pava soronga que tenemos en casa se la llena por el pico.
A dónde hemos ido a parar, señores. Tenemos que exportar pavas de Argentina, tenemos...
PD: ¿y si el usuario/a es sordo/a? ¿Venderán pavas con intérprete?
PD2: la próxima visita de Argentina viene con pava de aluminio del bazar "La Luna" en la valija, o la mandamos de vuelta.
viernes, 27 de abril de 2007
Buenas Peras
Me sorprendió ver peras tan lindas en el Albertson's de Apple St. y Parkcenter, así que me acerqué a agarrar algunas, y ¿qué creen que eran, sino las famosas "Moño Azul"?
Me llevé tres a casa. ¿Cuánto pagué? Mucho, muchísimo más que ustedes en el mercaditodenfrente.
Me llevé tres a casa. ¿Cuánto pagué? Mucho, muchísimo más que ustedes en el mercaditodenfrente.
viernes, 20 de abril de 2007
Estamos mal, pero vamos bien
Famosas palabras de un ex-mandatario argentino de cuyo nombre no quiero acordarme, que pueden aplicarse perfectamente a esto. También la frase "¡Dios mío!" (con la ironía de rigor).
En fin.
En fin.
lunes, 16 de abril de 2007
no me tires con cuchillo...
... tirame con balas de buen calibre. Para muestra basta un botón (y acá lo tienen en castellano también). Como para no olvidar esas cositas pintorescas que tiene el primer mundo. La nota en Yahoo nombra otras masacres famosas (como la de Columbine).
Ahora bien, mi pregunta es ¿por qué siempre es en escuelas o universidades? ¿Por qué nunca un casino, un bingo, una repartición pública? Ojo: no es un pedido, es una pregunta, nomás.
Acá, en Boise, la masacre mayor de los últimos tiempos fue la de un caballero (por llamarlo de alguna manera) que degolló a su esposa, tras acuchillarla, y luego montó en su pick-up y se incrustó contra otro coche (aparentemente, en un intento de suicidio - fallido), matando a la conductora y a su hijita. Ah, para más datos, llevaba la cabeza de su difunta pioresnada en el asiento del pasajero, y se dieron cuenta, porque en la escena del choque, les sobraba una cabeza.
Addendum del 18 de abril, a las 9:44 am: Acabo de acordarme de que hace poco, hubo un tiroteo similar (un loco detrás de un arma, tirando a mansalva), en un paseo de compras (shopping, por si no entienden mi castellano) en Utah. Así que retiro lo dicho. Evidentemente, no es peligroso tratar de ser culto. Haciendo cosas frívolas te puede tocar igual.
Ahora bien, mi pregunta es ¿por qué siempre es en escuelas o universidades? ¿Por qué nunca un casino, un bingo, una repartición pública? Ojo: no es un pedido, es una pregunta, nomás.
Acá, en Boise, la masacre mayor de los últimos tiempos fue la de un caballero (por llamarlo de alguna manera) que degolló a su esposa, tras acuchillarla, y luego montó en su pick-up y se incrustó contra otro coche (aparentemente, en un intento de suicidio - fallido), matando a la conductora y a su hijita. Ah, para más datos, llevaba la cabeza de su difunta pioresnada en el asiento del pasajero, y se dieron cuenta, porque en la escena del choque, les sobraba una cabeza.
Addendum del 18 de abril, a las 9:44 am: Acabo de acordarme de que hace poco, hubo un tiroteo similar (un loco detrás de un arma, tirando a mansalva), en un paseo de compras (shopping, por si no entienden mi castellano) en Utah. Así que retiro lo dicho. Evidentemente, no es peligroso tratar de ser culto. Haciendo cosas frívolas te puede tocar igual.
domingo, 8 de abril de 2007
¿Qué Idaho? ¿Ohio? ¿O Iowa?
Aparentemente, el programa "oficial" del Bafici decía que el documental antes mencionado se había filmado en la legislatura de... Ohio, lo cual me llenó de curiosidad (por saber en dónde se había filmado realmente: resultó ser en Idaho, nomás) y también de bronca por la confusión. Pero, como se podrán imaginar, los mismos estadounidenses se confunden permanentemente Idaho con Ohio y con Iowa (excepto que vivan en alguno de estos estados, claro). Incluso tengo una anécdota que viene al caso en este preciso momento:
Resulta que cuando estuvimos de visita en Iowa (antes de mudarnos a vivir ahí), fuimos al Bat Mitzvah de una prima-sobrina, y en una larga mesa de comensales, en una cena de bienvenida, todos debíamos decir de dónde veníamos y qué parentesco o vínculo teníamos con la familia anfitriona. Cuando fue su turno, uno de los invitados (estadounidense, aclaro) se puso de pie, y dijo "estoy muy feliz de estar acá, en Idaho". Les recuerdo que estábamos en Iowa. Todos prorrumpimos en estruendosas carcajadas, y el invitado equivocado se sintió bien ridículo y avergonzado (lo que quedó demostrado, me parece, en el rubor de sus mejillas y en su inmediato silencio).
Así que el hecho de que en Buenos Aires se confundan a Idaho con Ohio no me extraña, si la confusión les viene inyectada desde el mismo lugar de origen.
Eso sí: después no se quejen cuando un extranjero se confunda y pregunte "¿Buenos Aires? ¿La capital de Río de Janeiro?"
PD: gracias a Alejandro y Sarita por la tarea de investigación y por la inspiración.
Resulta que cuando estuvimos de visita en Iowa (antes de mudarnos a vivir ahí), fuimos al Bat Mitzvah de una prima-sobrina, y en una larga mesa de comensales, en una cena de bienvenida, todos debíamos decir de dónde veníamos y qué parentesco o vínculo teníamos con la familia anfitriona. Cuando fue su turno, uno de los invitados (estadounidense, aclaro) se puso de pie, y dijo "estoy muy feliz de estar acá, en Idaho". Les recuerdo que estábamos en Iowa. Todos prorrumpimos en estruendosas carcajadas, y el invitado equivocado se sintió bien ridículo y avergonzado (lo que quedó demostrado, me parece, en el rubor de sus mejillas y en su inmediato silencio).
Así que el hecho de que en Buenos Aires se confundan a Idaho con Ohio no me extraña, si la confusión les viene inyectada desde el mismo lugar de origen.
Eso sí: después no se quejen cuando un extranjero se confunda y pregunte "¿Buenos Aires? ¿La capital de Río de Janeiro?"
PD: gracias a Alejandro y Sarita por la tarea de investigación y por la inspiración.
Idaho en Buenos Aires
No se pierdan el documental sobre la legislatura de Idaho que van a proyectar en el Bafici: ver la nota en Página/12.
Hasta capaz que se sienten más cerca de nosotros y todo...
(era un chiste, ríanse)
Hasta capaz que se sienten más cerca de nosotros y todo...
(era un chiste, ríanse)
martes, 3 de abril de 2007
Y yo me fumé a mi gato siamés, pero nadie lo sabe...
Para los que pensaban haberlo visto y oído todo en este loco, loco mundo, acá tienen una perlita Stone imbatible:
Keith Richards aspiró cenizas de su padre (muerto, claro).
Escucho comentarios.
Keith Richards aspiró cenizas de su padre (muerto, claro).
Escucho comentarios.
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