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miércoles, 31 de julio de 2019

circulares

31 de julio de 2002: United Airlines Bs. As. - Chicago, viaje de ida para irme a vivir a Iowa City, Iowa (con consiguiente traslado a Boise, Idaho, dos años después).
31 de julio de 2019: Propofol IV 130 mg, Versed IV 2 mg, viaje de ida para tolerar colonoscopía de rutina.
Como diría J. L. Borges, "A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos". Ponele.

domingo, 3 de enero de 2016

"... y de piedras imanes que enloquecen la brújula..."

todavía reverberan en mi cuerpo y en esos escasos milímetros que rodean mi cuerpo
los abrazos el calor las horas de la madrugada las carcajadas colectivas
el olor de tantas cosas que sigue intacto y esperando que abra la cajita que lo contiene
para sentirlo una vez más

me llevo conmigo todo eso
más la hora mágica entre Moreno y Alsina y la frustración por lo imposible
las ganas de quedarme y olvidar el mundo después de 2002 y antes de 2015
y la certeza de que a vos voy a volver algún día para entregarme
y aceptarte así como sos como siempre fuiste
como siempre voy a quererte

qué perdida estaba que no entendía que te tenía
y ahora que lo sé
tiene sentido posponer un poquito más lo inevitable

martes, 27 de agosto de 2013

Brujerías de la mente

Las brujas fueron una parte fundacional de mi infancia, y una de las brujas que más recuerdo (aparte de la que se me aparecía recurrentemente en mis sueños) es la Bruja Mala del Este. La primera vez que vi la película "El mago de Oz", con Judy Garland, tendría unos seis o siete años. Tras la cruda (e indudablemente prolongada) experiencia fílmica, sólo podía recordar a la bruja muerta, aplastada por una casa. De hecho, todo lo que se ve de esa bruja en la película son los zapatos rojos y las medias rayadas. Un escalofrío horroroso me recorría todo el cuerpo al recordar esos pies que se esfumaban, y la inexplicable y repentina aparición de los zapatos de la bruja en los pies de Dorothy.

Jamás olvidé esa escena, probablemente la única de todo el largometraje que quedó grabada en mi memoria, hasta que muchos años después, en Iowa City, Vera se enamoró de la película y la vio (y me obligó a verla) unas ciento cuarenta veces, por hacer un cálculo conservador. Fue así que me reencontré con la escena en cuestión, y recordé, tanto tiempo más tarde, mi sensación de náusea, de angustia, de terror liso y llano, al observar, cada vez, el encogimiento y desaparición de los pies de la Bruja Mala del Este, aplastada por la casa, y la aparición de los zapatos rojos en los pies de Dorothy. Pero ese terror ya no estaba; era sólo el recuerdo de algo que había sido indudablemente real, pero que ahora le pertenecía al pasado.

Hoy me pregunto cómo el tiempo cambia, embellece, apacigua aquello que nos aterra, hasta llegar a hacer que parezca hermoso, artístico, absolutamente perfecto.

sábado, 14 de enero de 2012

Quiero, quiero, quiero...

Me agarró algo así como una nostalgia localizada. Vi una foto y de repente me dieron unas ganas terribles de estar en Palermo o Colegiales, caminando por la vereda, respirando el olor inconfundible del verano porteño y permitiendo que la humedad se cuele por todos mis poros.

Si alguien anda por las inmediaciones, ¿no me haría el gran favor de hacerlo por mí?

Se agradece.

viernes, 28 de octubre de 2011

Nada se crea, nada se pierde, todo se transforma

Es lo que pensé al leer el titular de la nota de La Nación: "El que compra dólares con el sueldo o la jubilación hace mal negocio" (ver acá para más datos).

¿Quién se acuerda de la famosa frase "El que apuesta al dólar pierde"? Premio virtual para el que acierte quién fue el autor.

lunes, 4 de junio de 2007

domingo, 6 de mayo de 2007

Compartiendo yecuerdos

No sé, será que me puse melancólica porque es el mes de mayo, y se vienen el día de la escarapela, el día de la patria, y la mar en coche.
Comparto, entonces, un pedazo de historia en común, una de esas cosas que remueven las entrañas y esa porquería.
Un abrazo desde la eschatóhfera.


sábado, 7 de abril de 2007

De cuando García Márquez escribía bien y no estaba gagá

Tras mi fracasado intento de lectura de Memoria de mis Putas Tristes (un espanto de libro, lamentablemente), me había olvidado de lo buen escritor que era Gabriel García Márquez cuando era un buen escritor.

Ahí les va un fragmento del prólogo a sus Doce Cuentos Peregrinos, fragmento que yo había copiado a mano y pinchado en la pared en mi dormitorio en la casa de mis viejos.

"Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. «Eres el único que no puede irse», me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos." (Cartagena de Indias, abril de 1992)