Jamás olvidé esa escena, probablemente la única de todo el largometraje que quedó grabada en mi memoria, hasta que muchos años después, en Iowa City, Vera se enamoró de la película y la vio (y me obligó a verla) unas ciento cuarenta veces, por hacer un cálculo conservador. Fue así que me reencontré con la escena en cuestión, y recordé, tanto tiempo más tarde, mi sensación de náusea, de angustia, de terror liso y llano, al observar, cada vez, el encogimiento y desaparición de los pies de la Bruja Mala del Este, aplastada por la casa, y la aparición de los zapatos rojos en los pies de Dorothy. Pero ese terror ya no estaba; era sólo el recuerdo de algo que había sido indudablemente real, pero que ahora le pertenecía al pasado.
Hoy me pregunto cómo el tiempo cambia, embellece, apacigua aquello que nos aterra, hasta llegar a hacer que parezca hermoso, artístico, absolutamente perfecto.
2 comentarios:
Diana querida. del mago de oz lo que recuerdo siempre es la sensación de descepción y desencanto que me produjo ese hombre temeroso y escondido tras aquella máscara de saber y omnipotencia. noimporta que el mensaje dijera, el poder está dentro de ti. para mí, era la angustia de la orfandad y el desamparo. evidentemente no estaba lista para el corolario o la moral de aquel mensaje. yo necesitaba seguir creyendo en algun mago que me salvara. beso! que interesante es leer las impresiones de infancia ante los mismos hechos!
fla
También es muy misterioso porque a vos te asustaba la bruja a los 6 años y Vera de 4 ó 5 años no le tenía miedo y disfrutaba con la película. A ella, en esos tiempos la asustaban los inodoros que se descargaban solos.
Cada uno de nosotros elige aquello en que depositar los miedos a los que no podemos ponerle nombre.
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