Mientras Vera y Matilda se cagan de risa al mirar "America's Funniest Videos" (que no es otra cosa que una recopilación de "bloopers" en donde todo el mundo se cae, se lastima y se hace mierda), yo me pregunto inocentemente por qué es que nos reímos de la desgracia ajena. ¿Por qué la inevitabilidad del schadenfreude? Y me respondo: para olvidarnos, de vez en cuando, de que somos mortales.
A veces me pongo metafísica. No es para que se preocupen demasiado; ya se me va a pasar. Para que vean que no soy la única, les va este regalito cervantino:
Diálogo entre Babieca y Rocinante
-¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
-Porque nunca se come y se trabaja.
-Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
-No me deja mi amo ni un bocado.
-Andad, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
-Asno se es de la cuna a la mortaja;
¿queréislo ver? Miradlo enamorado.
-¿Es necedad amar? -No es gran prudencia.
-Metafísico estáis. -Es que no como.
-Quejaos del escudero. - No es bastante:
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?