El terror de tener algún tipo de enfermedad o dolencia relacionada con los oídos me paralizó. Si no puedo oír, no puedo interpretar, y no podría seguir trabajando en lo que tanto me gusta y que con tanto esfuerzo conseguí. Decidí salir de mi parálisis y pedir hora con un otorrinolaringólogo. Hoy, finalmente, tras cambios de horarios, pude visitar al especialista. Pequeña digresión: es la segunda vez que un médico me cambia una hora porque tiene que asistir a un funeral; voy a empezar a creer que, o bien es verso, o bien no conviene ser amiga de médicos.
Al llegar a la clínica, me mandaron al tercer piso, a hacerme una audiometría. Un simpático joven me puso un pituto en el oído derecho, después en el izquierdo, y apretó unos botoncitos que hacían salir unos sonidos por el pendorchito en cuestión. Después me hizo pasar a una cabina y, tras ponerme los auriculares, mi tarea era repetir palabras que pasaban por mi oído derecho o izquierdo, y decir "sí" cada vez que oía un pitido. El diagnóstico: mi audición es perfecta. Respiré aliviada en el tercer piso. Tras terminar la dichosa audiometría, subí al cuarto piso a que me viera el otorrino, quien vio todo normal en mis oídos, nariz y garganta, y no pudo darme ningún motivo concreto de mi zumbido (excepto, claro, que yo aceptara que me seccionaran la oreja y me extirparan el oído para analizarlo). Con lo cual me fui tranquila, sin tratamiento ni medicación, pero con un gran signo de interrogación en la cabeza.
Sin embargo, mi intriga duró poco. Tras subir al coche, encendí la radio, y oí una vez más que esta noche comienza el solsticio de verano, y es el día más largo del año, y su puta madre. Y entonces todo empezó a aclararse.
En una escala del 1 al 10, ¿cuánto le duele el alma? |
El divorcio siguió rápidamente, y el inicio de una nueva vida que por momentos no fue nada fácil, pero que jamás me encontró arrepentida de una de las decisiones más importantes que recuerde haber tomado. Lo cierto es que, a veces, pareciera que no me hubiera divorciado nunca. El hecho de tener hijas en común hace y hará que tenga que lidiar con Miguel por el resto de mis días. Y mis días recientes tuvieron mucho de lo malo de tener un ex-marido. No me parece casual, entonces, que hayan aparecido zumbidos y ruidos raros. Sin embargo, el médico dice que no hay nada que temer: el 50% de los casos de zumbidos cesan con el tiempo, y el otro 50% permanecen zumbando, sin mayores complicaciones.
No me asusta la quietud de la noche. Mi vecino interior zumbará todo lo que quiera. Yo simplemente lo ignoro, pongo mi música favorita, y bailo, y bailo, y bailo hasta cansarlo y que se quede dormido.