viernes, 28 de octubre de 2011

Karma (parte I)

Tras un día agotador, que prácticamente pasé en su totalidad adentro de la cárcel del condado de Ada, con un breve intervalo para ir al correo y tomarme un té y un sandwich (sí, opté por un pseudo-almuerzo pedorro; nada de sushi por esta vez), volví a casa por la autopista I-84. Hay algo de "road-movie" en mis trayectos por la autopista, por más breves que sean; no sé si a causa de la música que sale de los parlantes del coche, por los caprichos del azar del "shuffle", o si porque tras tantas horas de interpretar e intentar establecer la comunicación entre la gente, mi cerebro se comporta como una torta frita. El hecho es que disfruto de la recientemente renovada sección que me lleva a mi casa, ensanchada a cuatro o cinco carriles, lo que parece darle a la ciudad una categoría un poco más cosmopolita y de "gran urbe".

Así estaba, manejando y permitiendo que mi torta frita cerebral divagara en boludeces, cuando veo frente a mí un coche que a nadie más que a mí le llamaría la atención. Bueno, hay un detalle en particular que seguramente llamará la atención de algunos (como seguramente es la intención de la conductora del coche en cuestión), porque es un BMW de color azul metalizado, cuya chapa personalizada dice, por si no nos dimos cuenta de la marca, "BMW". ¿Por qué me llama la atención, más que al promedio de la gente, este coche con una chapa tan anal? Porque se trata del mismo coche, ni más ni menos, al que choqué en marzo de 2009. Para los que no conozcan la anécdota, paso a relatarla (y para los que la conozcan, se joden y la escuchan otra vez).

Ese fatídico día, por motivos que no vale la pena mencionar, me encontraba profundamente alterada y (resulta fácil decirlo ahora) no debería haber estado manejando. Llegué a una intersección con un "Stop" (hay que parar, aunque no venga ni la sombra del fantasma de un coche) y seguir. El coche de adelante paró (sí, la señora del BMW con la chapa en cuestión, llamémosla "la vieja BM"), yo paré detrás, e ipso facto aceleré y le dejé el baúl como un acordeón. Mi estado mental de alteración profunda me ampara, y me permito omitir mi propia explicación de por qué aceleré antes de que la vieja BM lo hiciera (aunque podrán imaginar que estaba en un estado de falta de coordinación pies-cerebro). Mi humilde Mitsubishi 4x4 había sido más fuerte que su paquete y frágil BM, y cuando la vieja BM salió del coche, dio la vuelta y vio el estado de garche en que le dejé su sección trasera, procedió a increparme del modo más vil y grosero del que tenga memoria que alguien me haya increpado alguna vez en mi vida.

-¡¡HIJA DE PUTA!! ¡¡Mirá lo que le hiciste a mi coche!! ¡Era un coche hermoso!- me gritó, entre otras cosas igual de lindas, que incluían la mención de mi puta madre y su hermoso coche.

Yo seguía adentro del mío, en estado de shock, con lo cual atiné a omitir mi opinión de que tal vez lucía mejor ahora, con el baúl acordeonado, que antes, un BMW aburrido y soso, pero decidí seguir escuchando mientras pensaba qué tipo de acción tomar (salir corriendo, llamar a la policía, visitar el negocito de la estación de servicio que estaba al lado y comprarme una coca diet...) La vieja seguía insultándome con todo el diccionario, y los coches se acumulaban detrás mío, con la clásica parsimonia idahoense: sin emitir ruidos, bocinas ni señal de impaciencia alguna. Nos pasaban por el costado y seguían viaje. Tal vez algún curioso me reconoció detrás de mis anteojos estilo Jack Nicholson que no me ayudaban a ocultarme y permanecer muy anónima que digamos. También recuerdo que tenía las uñas de las manos pintadas de naranja (yo, no la vieja BM). No viene a cuento y no tiene nada que ver, pero es una de esas pelotudeces que recuerdo sin saber por qué.

Al fin, me decidí a llamar al 911, temerosa de que la vieja BM se pusiera físicamente violenta, tras la diarrea de violencia oral. No quise mover mi coche hasta que no apareciera un cana, y no quise bajarme tampoco. Tras unos minutos en los que la vieja BM iba y venía de su coche al mío, mirando su coche y puteándome en sucesión constante (hasta imagino que habrá dejado un rastro en el asfalto), se ve que se le pasó un poco la ansiedad de su joyita, su bebé, su maravilla arruinada por esta ingrata bastarda, y se acercó hacia mi ventanilla una vez más, intentando una especie de disculpa.

-Lo siento- empezó a decir, y me tocó en el brazo que yo tenía apoyado en la ventanilla.

-Vos a mí no me tocás- fue lo único que atiné a decirle a la vieja BM, tras rápidamente retirar mi brazo con una sensación de asco e impotencia porque me había tocado. A veces, mis reacciones son demasiado yanquis. Aunque esta vez también hubo un poco de sentido común. ¿Quién disfruta si lo toca un ser anal, violento y con los pelos rubios teñidos electrizados como si hubiera puesto los dedos en el enchufe?

Para hacerla corta: vino la policía, nos corrimos a un estacionamiento a la vuelta, el cana nos interrogó por separado, y me hizo la multa, que pagué religiosamente (jamás negué que fuera mi culpa, y mi seguro se hizo cargo del baúl acordeonado de la vieja BM).

Ayer, al volver a ver el BMW en cuestión, y a la vieja BM al volante, ya desde mi Prius (el Mitsubishi pasó a la historia en noviembre de ese mismo año del choque), sentí lo que siento casi siempre que paso por la intersección en donde ocurrió el accidente: sonrío desde adentro hacia afuera, cómplice conmigo misma, pensando cuánto mejor es mi vida ahora que en la época del mentado choque.

Seguí por un rato a la vieja BM, que bajó en la misma salida que bajé yo, se adelantó vilmente (al estilo argentino, podría decirse) por el carril incorrecto a todos los que íbamos por el correcto, y se perdió en la lejanía.

2 comentarios:

Henar Chico dijo...

Obviamente en tu caso, cualquier tiempo pasado NO fue mejor. A veces Boise es tan pequeño...

Che, ¿y la vieja te insultó?

No sé, algún día tendría que escribir sobre mi relación amor-accidente con los Saabs, pero no sé si alguna vez tendré tanto tiempo libre.

Diana Arbiser dijo...

Henar: lo tuyo sería un tratado en varios tomos.