miércoles, 28 de diciembre de 2011

sueño recurrente

miro y busco
and it's always the same
mismas palabras que aparecen en mi mismo poema

y es un poema diferente cada día
y el poema es siempre el mismo

y cada día leo
clouds of other dreams

palabras
sólo palabras
que aparecen desaparecen aparecen
engulfed by the flames
como si estuviera ensayando mi propia muerte

martes, 6 de diciembre de 2011

My own private Idaho

¿Qué es lo que me provoca esa sensación de viaje, no sólo geográfico sino en el tiempo, cada vez que cruzo desde Idaho a Oregon, y viceversa? Muchas veces me planteo esa pregunta, porque cada vez que cruzo y veo los cartelitos de "Idaho les desea buen viaje" y "Bienvenidos a Oregon" (y los equivalentes a la vuelta), siento como si me estuviera yendo de viaje por un año a un lugar desconocido y hace mucho tiempo. Y cada vez que cruzo, en un sentido y en el otro, me hago la misma pregunta. ¿Qué hay en este cruce de frontera estatal que me hace viajar más allá del simple viaje en coche? Porque lo cierto es que estos viajes son de trabajo, en general involucran una visita a una cárcel o una prisión, y nunca incluyen una estadía nocturna.

"Beam me up, Scotty! I need to return from Oregon."
Image: Salvatore Vuono / FreeDigitalPhotos.net
Hoy me preguntaba lo mismo que tantas otras veces, al volver a ver el mentado "Bienvenidos a Idaho" cuando cruzaba de vuelta. Y ahí es donde la famosa "serendipity" de la que hablaba en otra publicación hizo su aparición una vez más, porque empezó a sonar por los parlantes del coche la canción "Better Days" de los Goo Goo Dolls, y encontré la respuesta. No es que me parezca que viajo en el tiempo: es la pura verdad. Esta vez, viajé seis años al pasado, a fines de 2005. Ese diciembre fue que decidí comprarle a Miguel un iPod nano de regalo de Navidad.

Para los que necesiten algún tipo de explicación, Miguel es mi ex-marido (la RAE dice que ahora se escribe "exmarido", todo junto, pero el guión en el medio le da más categoría de "ex", así que voy a mantener la vieja ortografía, y me cago un pelín en la RAE). En 2005, las cosas ya no andaban tan bien entre nosotros. Hacía cosa de año y medio que nos habíamos mudado a Boise, tras vivir dos años en Iowa City, y la mudanza me afectó al punto de dejarme un año deprimida y sin ganas de nada. Pero en 2005, otra obra de "serendipity" hizo que conociera a Laura, con quien estaba hablando un día en una plaza cuando se nos acercó Sandra, que escuchó nuestro castellano argentino, y cuya aparición en ese momento y en ese lugar cambió drásticamente (y para bien) el curso de mi vida. Es gracias a Sandra y a Laura que me animé a estudiar interpretación, y es gracias a esa serie de coincidencias que hoy me encuentro en donde me encuentro. Pero volviendo a diciembre de 2005, las cosas en mi matrimonio estaban mal, y se me ocurrió comprarle a Miguel un iPod de regalo, y ponerle algunas canciones antes de dárselo. Lo que no sabía yo es que a todo el país se le ocurre hacer compras de Navidad justo antes de Navidad (¡qué desconsiderados!), y había una especie de fiebre por la que no se conseguían iPods por ningún lado. Ya medio tarde, lo encargué por internet al sitio de apple, pero no llegó a tiempo (debería haber llegado el 24 de diciembre, pero llegó un par de días después), con lo cual tuve que entregarle mi regalo a destiempo, y no pude meterle por adelantado las canciones que quería. La única canción que recuerdo que me interesaba especialmente poner en ese iPod era "Better Days" de los Goo Goo Dolls. Precisamente, la canción que empezó a sonar hoy cuando volvía de Oregon a Idaho. Me acuerdo de que quería regalarle esa canción porque, claro, empieza con esta frase: "Y me preguntaste qué quiero este año, y voy a tratar de decirlo de buena manera y claramente: sólo la oportunidad de que, tal vez, tengamos días mejores". Eso era lo único que quería yo a fines de 2005: días mejores con Miguel. La canción habla de un amor un poco más amplio, humanitario, global. En mi caso, era absolutamente personal: era mi intento por salvar, una vez más, lo insalvable. No sería sino casi cuatro años después que ya no habría ganas de salvar nada, y que me decidiría de una vez por todas a vivir mi vida sin él.

Hoy, cuando entraba a Idaho, por ese portal espacio-temporal marcado por el cartel de bienvenida y la canción de los Goo Goo Dolls, tuve un instante de delirio, o ciencia ficción (¿Quién no los tiene? A mí me ocurren todo el tiempo), en el que me pregunté qué habría sentido si me hubiese acostado a dormir el 24 de diciembre de 2005, y me hubiese despertado en diciembre de 2011. Muchos se imaginarán en estado de shock, con seis años más de arrugas, algún lunar que antes no existía, y pánico al despertarse en una cama diferente, a solas, y con un piyama que no recordaban tener. Yo me imaginé que me habría despertado en Idaho, viviendo días mucho, mucho, mucho mejores que esos de 2005.