martes, 26 de agosto de 2014

Yiddishe Mame Reloaded

Es gracioso que justo en la época de mi vida en que más disfruto de estar con mis hijas es cuando escucho a muchos amigos decir (o escribir) cosas como "cuando empiezan las clases, son las vacaciones de los padres" o "ahora a disfrutar, que los chicos van a estar en la escuela". Sin ir más lejos, una nueva publicidad televisiva de la tienda "Target" se hace eco de ese mito, que seguramente es realidad para otra pobre gente, pero que en mi caso es hasta ofensivo. Porque a medida que mis hijas fueron creciendo e independizándose más y más, es un verdadero placer compartir tiempo con ellas, sobre todo porque las veo semana de por medio, y porque ya voy sintiendo que el tiempo corre demasiado rápidamente y no quiero perderme nada. Estas vacaciones de verano fueron muy especiales, porque las llevé a lugares que yo disfruté mucho de chica con mis padres, y que ahora pude disfrutar junto con ellas, llenándonos de fotos, recuerdos y anécdotas inolvidables. El inicio de clases se sintió casi, casi como si se me hubieran acabado a mí las vacaciones: vacaciones de no tener horarios que cumplir con ellas, de dejarlas dormir hasta tarde, de no tener que verificar que tienen todo listo para el día siguiente, de programar sus clases de danza en mi agenda, de anticipar eventos escolares de todo tipo.

Ayer fue el primer día de clases en el distrito escolar en el que asisten a clases Vera y Matilda, y hoy la más chica (sí, la misma del rosario del Papa Francisco) no sólo fue en bici sola a la escuela por primera vez, sino que además se quedó sola en casa a la mañana (con despertador programado anoche y verificado tres veces por su madre), porque yo tenía una cita de trabajo muy temprano, e iba a tener que arreglarse sola (su hermana mayor salía para su escuela secundaria en bici prácticamente al mismo tiempo que yo en el coche para mi cita laboral).

Así que anoche hicimos toda la logística para que hoy por la mañana fuera un éxito: Matilda se hizo una lista de todas las cosas que tenía que hacer, y/o llevar a la escuela, la pegó en el espejo del baño para no olvidarse de verla, y yo le dije que la iba a llamar a las 7:55 (porque mi reunión empezaba a las 8:00) y que estuviera atenta al teléfono (de hecho, el primer ítem de su lista era "estar atenta al teléfono"). También le dije que por favor, si se acordaba, me enviara un mensaje de texto una vez que hubiera llegado a la escuela, así yo podía quedarme tranquila. Me dijo, con total honestidad y con un 100% de certeza, que muy probablemente se olvidaría de hacerlo.

Con lo cual, cuando terminó mi reunión en la loma del orto, y al no ver su mensaje de texto en mi teléfono, decidí que a la vuelta iba a pasar por su escuela, aunque sin intenciones de entrar y hacerle pasar el ridículo, sino para ver si su bici estaba en el patio del colegio. Muchas variables entraban en juego: hay dos lugares para dejar las bicis, y como ayer (que fuimos ambas en bici) la dejó en uno de los lugares, yo me jugaba a que iba a dejarla en el mismo lugar. Otra variable era que hubieran demasiadas bicis y no pudiera encontrar la de ella a simple vista (mi plan era pasar despacito con el coche, cual mafiosa y mirar por la ventanilla, sin estacionar o bajarme). No quise pensar en las otras variables, como se podrán imaginar.

Pero por supuesto, su bici estaba ahí, fácil de reconocer entre las pocas bicis enganchadas en el mismo portabicicletas de ayer, y raudamente pegué la vuelta y me dirigí a casa. La sonrisa en mi cara debió despistar a los conductores de los otros coches que se me cruzaban, y me saludaban a la vez con una sonrisa, como si me conocieran. Pero no sabían que en realidad me reía de mí misma, imaginándome cómo se van a burlar de mí mis hijas cuando les cuente lo que hice. También me reía al recordar que cuando Vera fue por primera vez sola en bici a la escuela, Miguel y yo la seguimos con el coche sin que se diera cuenta. Y sobre todo, me reía de la publicidad de Target, que sólo puedo clasificar, a esta altura, dentro del género de Ciencia Ficción.

lunes, 23 de junio de 2014

Astronauta

Termina de hacer las compras y va para la caja. La cuenta mental fue menos de lo que resultó el total, pero no le importa. Se ríe. De pronto, siente hambre. Acaba de darse cuenta de que se olvidó de almorzar. ¡Nunca se olvida de almorzar! Piensa que va a reservarse una de las canastitas de tomates cherry para comer en el auto mientras maneje de vuelta, y le pide a la empleada encargada de embolsar la compra que por favor se la separe. Paga y sale empujando el carrito, que está a tope, aunque ella se sienta tan ligera. Pareciera que vuela. Pero interrumpe su andar, porque escucha que alguien la llama por su nombre, a los gritos. Es una voz de mujer. ¿Habrá pasado al lado de alguna conocida y no la vio? No sería nada raro, porque Boise es una ciudad bastante chica, y las probabilidades de encontrarse con un conocido son altas. Se da vuelta, y tras unos instantes reconoce a la empleada que le embolsó las cosas, que viene caminando rápido con algo en la mano. Le pregunta si es de ella. Es la tarjeta de asociada del supermercado (sin la cual, no podría haber hecho la compra) que se la había dejado olvidada en la caja, y la empleada también esgrime un sundae, prácticamente intacto. Reconoce la tarjeta como propia, la agarra y la mete en su bolso. Pero el sundae no es de ella, aclara. Le agradece a la empleada, y sigue su camino hacia el coche. Otro empleado del supermercado, que acaba de presenciar la escena, le pregunta, "¿Acabás de rechazar un helado gratis?" entre incrédulo y socarrón. "Sí", le responde ella, incrédula también, "no me hagas acordar". No ve la hora de que den las seis y media de la tarde. Se mete en el coche y se olvida de comer los tomates cherry. No hay dudas. Está en la Luna.


lunes, 10 de febrero de 2014

here is my castaway bottle

when I fall I fall
deeplymadlycompletely
and then some more
I fall like Alice down
into the rabbit's hole of
not knowing if the other one is feeling the same way I do

and it is my leap of faith

I let myself fall
I enjoy the adrenaline of the plunge
plummeting down into the void

I pass along the many times
that this has happened to me before
thinking
this time it's different this time it's
real
this
is
it

knowing and not knowing
the chain of events that will follow
suit: the happiness the denial the unhappiness

jueves, 30 de enero de 2014

coming home from a non important place

I never knew that darkness
could be so light and full of desire
leaving in the middle of the night driving in a state of a just-sobered up drunk
who is slapped on the face by fear

dark streets only illuminated by the constant smog
the loneliness
sorrowed and beautiful landscape of
nothing

I search for something dark
something to fill that lust-like feeling of boredom
of self-built shame
and the emptiness of what I find
contents me
as if I didn't need anything else
but myself