miércoles, 9 de noviembre de 2011

Yo quiero a mi bandera

Cuando me levanto a la mañana, soy un animal de costumbre. Me gusta tomarme primero mi café con espumita, después comerme mis claras revueltas, y finalmente mi fruta. La parte de la fruta es la que suelo variar en mi desayuno, no porque me lo proponga, sino porque elijo lo que parece más lindo en el supermercado. Hoy me toca hacerme una ensalada de banana y frutillas.

Voy a elegir un bowl para la fruta, y lo que encuentro más a mano, en el escurridor de la pileta, es el plato hondo en el que Matilda suele comer sus cereales. En un impulso inicial, me resisto a usarlo, pero no porque sea de Matilda (me extrañaría mucho que le moleste que use su plato), sino por lo que simboliza; tiene los colores de la bandera de los Estados Unidos. Y no sólo los colores: tiene rayas y estrellas con los colores de la bandera. Como para que quede bien claro.

¿De dónde salió ese plato y cómo llegó a esta casa? Para la época del 4 de julio, de modo similar que para la época de todos los feriados, eventos, acontecimientos y fechas comerciales varias, los supermercados y negocios exhiben en lugares clave toda la mercadería "de estación" que acompaña al evento en cuestión. Es interesante aclarar, también, que empiezan a hacerlo ni bien se termina el evento o feriado anterior y muchas veces con semanas y hasta meses de anticipación (ergo, ya desde el 1º de noviembre, día siguiente a Halloween, estamos infestados de arbolitos de navidad, adornos, papanoeles, renos y trineos. En muchos lugares, ya en octubre convivían los productos de Halloween, de la cosecha/Día de Acción de Gracias, y de navidad). Cuestión que cierto día anterior al 4 de julio (seguramente a mediados de mayo, después del aluvión del día de la madre), Matilda y yo paseábamos por el supermercado, y nos topamos con una exhibición de vajilla en colores rojo, blanco y azul, y mi pequeña ciudadana estadounidense me preguntó si podía comprarle el plato para sus cereales.

También recuerdo haber dudado/resistido/padecido un ligero escalofrío en ese momento (todo ocurrió a la vez, sería imposible hacer una cronología de esas tres sensaciones), pero Matilda insistió, y yo estaba en un día con el sí fácil, con lo cual el plato vino a casa, y así se explica la cosa.

Si tuviera que definir de dónde me sale esta resistencia a los colores yanquis, debería relacionarla con la misma sensación que sentía hasta hace poco tiempo con respecto al celeste y blanco, los colores de la bandera argentina. Seguramente (y como en el caso de la polenta, historia que queda pendiente para una publicación futura), todo se remonta a mi infancia. Ese odio supremo a que nos obligaran a usar la escarapela, a reverenciar a la bandera como si fuera un dios de tela intocable, ese morbo de mausoleo de cementerio que se adivinaba en la cara de algunos maestros y directores, cuando por medio de nuestros "símbolos patrios" generaban, de modo inexorable, nuestras conexiones neuronales entre bandera y patrioterismo, bandera y violencia, bandera y enfrentamiento, bandera y guerra, bandera y muerte. Todavía tengo grabadas en mi memoria las imágenes de viñetas con batallones de soldados esgrimiendo estandartes albicelestes, banderas cubriendo negros y brillosos ataúdes y fríos mármoles. Todos a cantar el himno, todos a entonar "Aurora", todos a ponerse la mano en el pecho y jurar, jurar, jurar que amamos a nuestra bandera, aunque no sepamos muy bien por qué prometemos morir por ella.

La paradoja que me hizo volver a abrazar los colores de mi bandera fue mi exilio (no forzoso, aunque sí involuntario) en 2002. Si irse "es morir un poco", sólo bastó que me encontrara viviendo a miles de kilómetros del país en el que nací y viví los primeros 33 años y medio de mi vida, para que la sola mención a mi bandera provocara una sensación de emoción profunda. En mi casa pueden encontrarse (aunque no en estado de exhibición permanente, tampoco se me pongan pelotudos) banderas, banderines, escarapelas, prendedores y demás símbolos con los colores celeste y blanco. Mis hijas los conocen y los reconocen como propios (hasta la misma Matilda, que sabe que no nació en Argentina y que todavía no tiene la ciudadanía conjunta).

Hoy, decidí no regalarles la bandera estadounidense a los patrioteros de siempre; hoy elijo hacer míos sus colores, del mismo modo que hice míos, algún día de 2002, los colores argentinos. Y no me resulta una decisión fácil: este país que adopto y que me adoptó a mí es un país con demasiadas contradicciones, demasiadas cosas que no me gustan, demasiadas decisiones políticas erróneas, demasiados locos sueltos. Pero, ¿no es acaso similar a la Argentina en ese sentido? Contradicciones, cosas que no me gustan, decisiones políticas erróneas, locos sueltos... ¿no estaré hablando del mismo lugar? ¡Claro! Es que estoy hablando del mismo mundo en el que nos tocó vivir a todos.

La banana y las frutillas quedan bien en el plato hondo rojo, blanco y azul. Hasta pareciera que podría agregar unos frutos azules del bosque... Hmm, no, no, no. Tampoco la pavada.

9 comentarios:

Henar Chico dijo...

¿En tu casa hay un cuenco con la bandera de EEUU? Estoy en shock, tengo que recuperarme antes de poder seguir leyendo la historia.

Por cierto, si quieres te paso la información de la Topo Grillo para que charléis sobre cómo decorar la casa el próximo 4 de julio.

Henar Chico dijo...

Y sí, es tan cliché, pero uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que le llega la hora de echarlo en falta. Con la excepción de los ex-maridos, claro.

Sara dijo...

Nunca sentí grandes emociones frente a ninguna bandera. Recuerdo que fuí abanderada en algunas fiestas patrias, pero lo único que me inquietaba era hacer un papelón si me caía mientras desfilaba con ese peso encima.

Sara dijo...

Queda pendiente que cuentes la historia con la polenta. En el Norte, ¿también se come polenta? o ¿sólo la comemos en el Sur?

Jose Maestro dijo...

Cómo se dice "polenta" en inglés?
Uso google translata para traducir "la polenta estaba rica" y me pone "the polenta was rich".

Diana Arbiser dijo...

¿Google Translata? Con razón te sale cualquier cosa... (PD: "polenta" se dice "corn meal", aunque algunos usan la palabra en italiano... que casualmente, es "polenta").

Jose Maestro dijo...

o sea sue google translate no se equivocaba tanto.

Diana Arbiser dijo...

José, dejá de escribir con los dedos de los pies, me hacés el favor... ¿será por eso que Google te traduce mal?

JK dijo...

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