jueves, 3 de noviembre de 2011

La espuma del café

En Argentina, es común leer en los titulares de los diarios que tal o cual causa "volvió a fojas cero". De algo similar se trata cuando un juez declara un juicio nulo ("mistrial") en Estados Unidos. Por diferentes motivos (muchas veces relacionados con la imposibilidad de asegurar que el jurado sea imparcial), el juez resuelve que la causa no puede seguir avanzando y declara el juicio nulo, para alegría de unos pocos, enfado de unos cuantos, y desconcierto y conmoción general en la sala.

Y es, exactamente, lo que a veces ocurre en alguna de las causas para las que me toca interpretar en el tribunal. Tras argumentos de los abogados, y un prolongado y concienzudo voir dire (el interrogatorio para elegir a los miembros del jurado, o para cuestionar su idoneidad durante el juicio), el juez resuelve declarar el juicio nulo; a veces, tras varios días de presentación de pruebas. Taza, taza, cada uno a casa, a elegir un nuevo jurado en un par de semanas, o tal vez en un par de meses, y a volver a empezar...

No debe resultarle fácil a un juez una decisión de este tipo. Muchos recursos, mucho tiempo, mucho dinero, muchas expectativas de una inmensa cantidad de personas están invertidos en un procedimiento de tal calibre, y la declaración de un juicio nulo no es algo que ningún juez puede tomarse a la ligera.

Cuando eso ocurre, resulta fácil caer en la sensación de globo pinchado, en la desilusión de dar marcha atrás para arrancar de nuevo; casi, casi como si nada hubiera sucedido.

Sin embargo, tras el impacto inicial, llega la reflexión y la aceptación de que la justicia no siempre se ve cuando "se hace", sino que aparece algo después, clara como el agua, tras haber juntado los bártulos, haber bajado los seis pisos en ascensor, haber subido al coche, y haber terminado en un antro de perdición como el Flying M, en donde siempre asoma, contundente, la justicia de un café fuerte con mucha espuma.